Evans Wadongo (1986) caminaba diez kilómetros cada día para asistir a su escuela. Y relata que fue afortunado porque sus padres, ambos maestros, podían permitirse comprar queroseno para alumbrar una lámpara con la que estudiar por las noches en su casa de barro y sin agua corriente, situada en una zona rural al oeste de Kenia. El ingeniero tiene ahora graves problemas en la vista por culpa del humo que emanaba del artefacto, que además puede provocar daños respiratorios e incluso cáncer de garganta y de pulmón, o incendios en viviendas que están construidas de hierba y de madera. Cuanto más estudie un chaval, mayor será el riesgo para su salud.
Wadongo llegó a la universidad y fue entonces cuando decidió ir ahorrando de su préstamo estudiantil para hacer uso del sol africano y llevar luz por la noche a los hogares gracias a una lámpara simple, realizada en un 50% de materiales reciclables, — y de chatarra—. Así nació la MwangaBora en 2004 que en suajili significa “luz buena”, y que funciona con energía solar
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